El cambio climático es un fenómeno global; sin embargo, los científicos en la Tierra están observando de cerca un lugar en particular: el Ártico.
“Las regiones polares son importantes para nosotros y debemos estudiarlas precisamente ahora”, explica Tom Wagner, de la División de Ciencias de la Tierra (Earth Science Division, en idioma inglés), de la NASA, en Washington DC. “Están cambiando rápidamente”.
Uno de los signos más visibles del calentamiento es la retracción del hielo del mar Ártico. Todos los años, el hielo del mar aumenta y disminuye en lo que es una respuesta normal al cambio de estaciones; el mínimo anual de la cubierta de hielo del mar tiene lugar cerca del final del verano boreal. Desde la década de 1970, los investigadores han estado observando cuidadosamente con el fin de ver si el ritmo del hielo del mar Ártico respondería al calentamiento global.
Al principio, hubo un escaso cambio sistemático. Luego, llegó la década del año 2000.
“Comenzamos a ver cambios drásticos alrededor del año 2005”, recuerda Walt Meier, del Centro Goddard para Vuelos Espaciales (Goddard Space Flight Center, en idioma inglés), de la NASA. “En 2007, el fondo pareció caerse”. Para fines de la temporada de derretimiento de ese año, el Océano Ártico había perdido una parte de la cubierta de hielo equivalente al tamaño combinado de Alaska y Texas. “Había mucha conmoción en la comunidad que investiga el hielo del mar. No recuerdo a nadie que pensara que podía disminuir tanto tan rápidamente”, dice Meier.
Lo que faltaba en la mayoría de los análisis, que se enfocaron en el área donde el hielo del mar se encogía, fue el hecho de que el hielo también se había hecho más delgado en las últimas décadas, lo cual lo hacía mucho más vulnerable a las condiciones del tiempo y al calentamiento.
Desde el año 2007, el hielo del mar ha continuado reduciéndose, en promedio, con subas y bajas anuales. El mínimo actual, que tuvo lugar en septiembre de 2014, es apenas menor que el de 2013, lo que lo convierte en el sexto nivel más bajo en lo registrado por los satélites. En un punto, una pequeña área del borde del hielo del Mar de Laptev estuvo a solamente cinco grados del Polo Norte.
“Todos los días estamos aprendiendo más sobre las implicancias que estos cambios tienen para el resto del planeta”, continúa Wagner. “El cambio en el hielo del mar Ártico probablemente esté teniendo influencia sobre nuestras condiciones del tiempo”.
Con el fin de investigar esta posibilidad, la NASA puso en marcha una misión aérea sobre el Océano Ártico. Su nombre es ARISE, el acrónimo de Experimento IceBridge sobre Hielo y Mar – Radiación Ártica (Arctic Radiation-IceBridge Sea and Ice Experiment, en idioma inglés).
Bill Smith, el principal investigador del proyecto, del Centro de Investigaciones Langley (Langley Research Center, en idioma inglés), explica los objetivos de la misión: “Tenemos razones para creer que la pérdida del hielo del mar crea más nubes. Básicamente, queremos descubrir si eso es verdad y determinar los impactos”.
El hielo refleja la luz del Sol hacia el espacio. Si el hielo se derrite, esa luz del Sol ya no se refleja; se absorbe. La humedad que libera la superficie del mar que se calienta sube para formar nubes. Las nubes mismas reflejan la luz del Sol pero también actúan como si fueran una manta, manteniendo caliente la tierra que está debajo de ellas.
La interacción entre las nubes y el hielo, el enfriamiento y el calentamiento, es compleja. ARISE tiene como objetivo desentrañar este tema tomando muchos datos:
“Nuestro C-130 está equipado con un complemento exclusivo de sensores”, dice Smith. “Tenemos radiómetros apuntando hacia arriba y hacia abajo para medir la luz del Sol que entra y que sale; un termómetro infrarrojo para medir la temperatura de la superficie del mar, un altímetro láser para medir la altura (y, en consecuencia, el grosor) del hielo; y más”.
Los satélites que orbitan la Tierra regularmente realizan mediciones del Ártico, pero la región es grande y compleja, de modo que los datos pueden ser difíciles de interpretar. Al comparar las mediciones llevadas a cabo por C-130 con los datos proporcionados por los satélites, tomados al mismo tiempo, Smith y sus colegas esperan aportar los “principios elementales” al problema.
“Necesitamos más información para comprender cómo interpretar las mediciones que realizan los satélites y un avión puede ayudar con eso”, dice.
Si el cambio climático continúa produciéndose rápidamente, los veranos futuros podrían traer un Océano Ártico sin hielo. ARISE podría decirnos algunas de sus implicancias antes de que eso suceda.
Pagina Visitada: ciencia.nasa.gov