Cuando José Gregorio contaba con ocho años muere su madre Josefa Antonia quien le inculcaría el deseo de ayudar al prójimo así como a su gran religiosidad. De su padre Benigno heredaría el carácter y la rectitud en el proceder.
Su primer maestro, Pedro Celestino Sánchez quien regentaba una escuela privada en Isnotú, notaría muy pronto las habilidades e inteligencia del pequeño y hablándole a su Padre le señalo que debía aprovechar las cualidades de José Gregorio y le recomendó enviarlo a la ciudad de Caracas.
Posteriormente, pasado los años José Gregorio, abrió un consultorio provisional al norte de Caracas. Con alegría y voluntad de obrar, se puso al servicio de los pacientes pobres de la Pastora, lugar donde residía con su hermana María Isolina. Allí servía y entregaba todo, hasta lo indispensable a los mendigos del barrio. La experiencia duro hasta septiembre de ese año, cuando decidió volver a su Trujillo natal, con las mismas intenciones y proyectos.
Hombre Bondadoso, Recto y Humilde
Pero el designo de Dios sobre él, lo enrumbaría hacia distintos escenarios. La huella de bondad y rectitud y su brillante hoja de éxitos en la Universidad Central de Venezuela retenían las miradas de sus maestros y del mismo Presidente de la República, Raimundo Andueza Palacios (1890-92), quien lo envía a la Universidad de París a la Facultad de Medicina para que desarrolle estudios en la especialidad de Microscopia, Histología Normal, Patología y Fisiología Experimental. Regresando, luego al país, el compromiso de José Gregorio Hernández sería traer las piezas necesarias para un Gabinete Fisiológico y enseñar en la Universidad Central la especialidades científicas que él cursó.
José Gregorio Hernández, tan vinculado a la espiritualidad y al amor de Dios decide internarse en la orden de los cartujos. Un buen día el 07 de Junio de 1908, desaparece de Caracas y se embarca para Italia con la decisión de ingresar a la vida monástica. La experiencia de José Gregorio duró nueve meses de postulado, durante el cual, si bien su espíritu tocaba a Dios, su cuerpo con cuarenta y cuatro kilos, se consumía en las asperezas y el duro trabajo manual que allí se ejercía. Estas precarias condiciones movieron al Superior General a indicarle volver a su vida seglar, al ejercicio de su profesión y a la docencia, dentro de su familia y sus amigos.
Anhelado todavía el sacerdocio, “lo más grande que existe en la tierraâ€, como decía el Dr. José Gregorio, llegó a Caracas en abril de 1909. Obtuvo muy pronto licencia de Arzobispo para ingresar el 21 de abril al seminario “Santa Rosa de Limaâ€. Pero él designio de Dios para él no le permitiría alcanzar el prebisterado. Después de tres años aflora de nuevo en José Gregorio el deseo de regresar al claustro y de intentar la consagración radical. Así acompañado de su hermana Isolina, embarco de nuevo a Roma. Iría al colegio Pío Latino Americano para hacer la Teología y así allanar el ingreso al monasterio. Desde Noviembre de 1913 volvió a la misa en comunidad, la oración, estudio y clases. Pero los vientos romanos, le desarrollaron una afección pulmonar, y debió retornar a Venezuela. Después ya no insistiría en la separación del mundo para contemplar a Dios en el silencio del convento.
El proceso de Beatificación, iniciado en 1949 por el Sr. Arzobispo de Caracas, Monseñor Lucas Guillermo de Castillo, ha cumplido con esmero y éxitos las etapas canónicas. En 1986 la iglesia determina que el Dr. José Gregorio Hernández es digno de veneración, pero sin cumplir el culto oficial público.