Philippus Aureolus Theophrastus Bombastus von Hohenheim (1493-1541). Aunque prefería que lo llamaran Paracelso, fue un alquimista, médico y astrólogo suizo.
Paracelso era un hombre cuya presencia debía resultar incómoda. De naturaleza desconfiada y curiosa, lo cuestiona todo, si no era visto por el mismo, era desconfiado, curioso y tenía esa arrogancia que generalmente acompaña a la genialidad.
Nació sobre Diciembre de 1493 en Suiza, hijo de Wilhelm von Hohenheim médico y químico acomodado y de la directora del hospital local. Recibió la educación temprana de su padre, el futuro médico se acostumbró a oír hablar de los fundamentos de la química, que luego aplicaría en su desarrollo profesional. Con 14 años, el joven Teofrasto se unió a los jóvenes que iban de ciudad en ciudad buscando una universidad que saciara su ansia de conocimiento.
Basilea, Tubinga, Viena, Colonia entre otras. Muchas ciudades vieron pasar al inquieto Paracelso, buscando los secretos de la medicina. Pero ni los tratados de Avicena o el gran médico árabe, ni la sabiduría proveniente de Galeno saciaron la sed de conocimientos del joven Suizo.
Ya los 16 años estaba en a la Universidad de Basilea, pero pronto la abandonó por el estudio de la química y la alquimia con Withemina, Obispo de Würzburg. Trascendente pues quienes estudiaban química, medicina y alquimia en la época fueron los precursores de la moderna farmacología.
Paracelso se dio cuenta que entre los atanores de los alquimistas, en las consultas de los brujos, y en los hechizos de las brujas, se encontraban a veces secretos curativos que los médicos del status quo ni conocían, ni conocerían nunca por sus anteojeras ideológicas.
Se desempeñó algún tiempo como cirujano militar en los Países Bajos, Dinamarca e Italia, y aprendió la metalurgia práctica en las minas en Tirol pertenecientes a la familia Fugger, que eran reconocidaos por su patrocinio del arte y la ciencia. Estudió con diligencia investigando los procesos de preparación de metales e hizo experimentos en cuanto a sus virtudes medicinales. Sus curaciones, real o fingida, se expresó en el extranjero, y fue llamado para prescribir a muchos de los grandes hombres de su época. Erasmo fue uno de sus pacientes.
Por recomendación de Ecolampadio, en 1526, fue nombrado profesor de física y la cirugía en Basilea, inauguró su carrera como profesor con la quema pública de las obras de Galeno y la denuncia de los maestros árabes, cuyas enseñanzas eran seguidas en general. También se burló de la tradición al endeñar en alemán en lugar del latín. Su desafío a la tradición, además de su arrogancia, la vanidad y la embriaguez, provocó la animosidad más amarga de la facultad de regular, y se vio obligado a abandonar la universidad en 1528.
Fue el primer médico en describir correctamente una serie de enfermedades graves, como la tuberculosis, una enfermedad de los pulmones. Fruto de su propia experiencia, escribió la que sería su obra más importante, “El gran libro de la cirugía“.
A pesar de su turbulenta vida y métodos de charlatán, Paracelso ejerció una profunda influencia en las creencias médicas de su época y de siglos posteriores. Golpeó a los puntos débiles del sistema imperante de la medicina y destruyó la “patología humoral” (que fue fundada en la creencia de que las enfermedades dependía de un exceso o deficiencia de la bilis, la flema o sangre), y enseñó que las enfermedades eran reales entidades y debían ser combatidos con recursos específicos.
Mejoró la farmacología y la terapéutica, introdujo nuevos remedios (opio, mercurio, azufre, hierro, arsénico, etc), hizo algunos nuevos compuestos químicos, y se esforzó por reducir la práctica de sobredosis. Se le atribuyen un gran número de obras de medicina, muchos de los cuales fueron escritas por sus seguidores. Marx admite que sólo el 10 como genuinas: haser 24. Su obra más conocida es Die grosse Wundartzney (1530). Ediciones de obras de sus escritos aparecieron en Basilea, Estrasburgo, Ginebra y Munich. La primero traducción al Inglés fue editada por John Hester y apareció en Londres en 1596 bajo el título Ciento un experimentos Fowrteene y curaciones, entre otras.
Astrólogo consumado, creyó firmemente en las interacciones entre el macrocosmos y el microcosmos, al punto de afirmar que “no se puede ejercer la medicina sin mirar a los astros“.
Su rebeldía ante el conocimiento establecido le llevó a quemar libros de Avicena y Galeno, entre otros, delante de la Universidad de Basilea…
Uno de sus legados más famosos han sido las “Siete reglas para una vida con sentido” donde demuestra una visión holística y moderna de la salud.