El matemático de la naturaleza

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Henri Poincaré«El pensamiento no es más que un relámpago en medio de una larga noche. Pero ese relámpago lo es todo». Henri Poincaré

Cada día hay en el Universo una estela dejada por la acción de otros seres humanos que al igual que nosotros buscaban la excelencia. Hoy esa  estela o semilla del díafue sembrada por…

Henri Poincaré, físico y matemático francés, realizó  numerosos aportes en diferentes campos de la matemática aplicada, tales como mecánica celeste, mecánica de fluidos, óptica, electricidad, telegrafía, capilaridad, elasticidad, termodinámica, teoría potencial, mecánica cuántica, Teoría de la Relatividad y cosmología.

Los hábitos de trabajo de Poincaré han sido comparados con los de una abeja que vuela de flor en flor. Poincaré estaba sumamente interesado en la forma en que su mente trabajaba, lo cual lo llevó a estudiar sus hábitos y a dar en 1908 una charla con sus observaciones ante el Instituto de Psicología General de París. Allí presentó lo que suponía una relación entre su forma de pensar y sus principales contribuciones.

El matemático Darboux lo señaló como un intuitif («intuitivo»), argumentando que esto se demostraba por el hecho de que Poincaré trabajaba frecuentemente por representación visual. El francés no se preocupaba por ser riguroso, y sentía aversión a la lógica. Su creencia era que la lógica no era un camino para desarrollar ideas sino una forma de estructurarlas, y por ende sostenía que la lógica limitaba las ideas.

La organización mental de Poincaré no solo interesó a sí mismo, sino también a Toulouse, un psicólogo del Laboratorio de Psicología de la Escuela de Altos Estudios en París. Toulouse escribió un libro que tituló Henri Poincaré (1910), en el cual analizó en detalle la rutina diaria del matemático francés: Trabajaba en los mismos horarios cada día, pero durante cortos períodos de tiempo. Solía realizar investigación matemática durante cuatro horas al día: entre las 10 y el mediodía, y luego de 17 a 19. El resto de la tarde lo dedicaba a la lectura de artículos publicados en revistas. Tenía una memoria excepcional, y podía recordar la página y la línea de cualquier texto leído. Por otro lado, podía recordar en forma textual algo que se le había dicho tiempo atrás.

Poincaré mantuvo estas habilidades durante toda su vida. Su metodología de trabajo normal consistía en resolver los problemas completamente en su cabeza, para luego transcribir la respuesta en papel. Poincaré era ambidiestro y sufría de hipermetropía. Su habilidad para visualizar lo que escuchaba le fue de gran utilidad durante todas las clases a las que asistió, ya que su pobre visión le impedía ver lo que sus profesores escribían en la pizarra.

Sin embargo, y más allá de sus numerosas virtudes, Poincaré también tenía varios defectos: Su estado físico era pobre, y sus habilidades artísticas nulas. Siempre se encontraba en un apuro, y le disgustaba tener que retroceder para realizar modificaciones o correcciones sobre lo hecho. Nunca le dedicaba demasiado tiempo a un problema, ya que creía que su subconsciente seguiría trabajando sobre el mismo mientras él se dedicaba a otro tema. Adicionalmente, Toulouse señaló en su trabajo que, a diferencia de la mayoría de los matemáticos que partían de principios preestablecidos, Poincaré comenzaba sus desarrollos partiendo de unos pocos principios básicos (O’Connor et al., 2002).

Su metodología de pensamiento se encuentra resumida en la siguiente frase:

Habitué à négliger les détails et à ne regarder que les cimes, il passait de l’une à l’autre avec une promptitude surprenante et les faits qu’il découvrait se groupant d’eux-mêmes autour de leur centre étaient instantanément et automatiquement classés dans sa mémoire. (Desechaba los detalles y pasaba de una idea a otra, asumiendo que las conclusiones a las que llegaba en cada caso se conjugarían y le permitirían resolver el problema).
Belliver, 1956.

“El científico no estudia la naturaleza por la utilidad que le pueda reportar; la estudia por el gozo que le proporciona, y este gozo se debe a la belleza que hay en ella… La belleza intelectual se basta a sí misma, y es por ella, más que quizá por el bien futuro de la humanidad, por lo que el científico consagra su vida a un trabajo largo y difícil”.

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