«Todo es un tablero de ajedrez de noches y días, donde el destino, con hombres como piezas, juega: Acá y acullá mueve, y da jaque y mata, y uno por uno, vuelve a ponerlos en la caja«. Omar Khayyam
Cada día hay en el Universo una estela dejada por la acción de otros seres humanos que al igual que nosotros buscaban la excelencia. Hoy esa estela o “semilla del día” fue sembrada por…
Omar Khayyam, matemático, astrónomo y poeta persa. Omar Khayyam realizó relevantes investigaciones en astronomía, principalmente la corrección del antiguo calendario Zaratustrano. Desde entonces se adoptó una nueva era, conocida como jalaliana o el Seliuk.
Las obras más destacadas de Omar Khayyam son el Rubayyat, que posee 1000 estrofas epigramáticas de cuatro versos que hablan de la naturaleza y el ser humano.
Durante 18 años, realizó relevantes investigaciones en astronomía, que abarcaron la compilación de tablas astronómicas y particularmente, la corrección del antiguo calendario Zaratustrano, que los persas habían conservado debido a su exactitud, a pesar de que la cultura islámica imponía a todas las naciones conquistadas su calendario lunar. Las investigaciones realizadas, le permitieron calcular el error del calendario persa que tenía un año de 365 días exactos.
Para el nuevo calendario, que se llamó Yalalí, (por orden de Malek Shah, que también se llamaba Yalaledín) Jayyam calculó la duración del año con una exactitud pasmosa. Su error es de un día en 3770 años, menor aún que el del calendario gregoriano (de un día en 3330 años), que recién se comenzaría a emplear en Europa a partir del 15 de octubre de 1582. Fue formalmente inaugurado el 15 de marzo de 1079, y es el calendario empleado todavía hoy por los Persas. Jayyam no pudo terminar las tablas astronómicas a causa de las muertes de Nezam-el-Molk, y en el mismo año, 1092 DC, la del sultán Malek Shah.
En su “Tesis sobre Demostraciones de Álgebra y Comparación”, desarrolla el primer procedimiento de solución de las ecuaciones cuadráticas y cúbicas a partir de las secciones cónicas, que permite encontrarles una raíz positiva, y asimismo logra demostrar que tienen al menos una segunda raíz. Su afirmación de que no se puede hallar las raíces de las ecuaciones de tercer grado mediante regla y compás, no pudo ser demostrada hasta 750 años después, y la teoría de las ecuaciones de tercer grado, se desarrolló recién en el siglo XVII, con Descartes.
Fue el primero que describió el desarrollo de la potencia de un binomio con exponente natural, y estableció, por primera vez en la historia de las matemáticas, la idea de que las fracciones podrían constituir un campo numérico con propiedades más amplias que el campo de los números naturales, único conocido entonces, y que databa desde los griegos. Estos conceptos teóricos se contaron entre las matemáticas de punta durante todo el renacimiento europeo. La crónica de Nezam-el-Molk, destaca a Jayyam como insuperable astrónomo. Pero sus aportes a las matemáticas, que entonces no se comprendieron en toda su trascendencia, aventajan notoriamente sus importantes logros en astronomía.
A pasar de las dificultades de la época en la que vivía, escribió numerosos trabajos, entre los que se incluye «Problemas de Aritmética», que es un libro de música y otro de álgebra y todo esto antes de cumplir sus 25 años.
Se requiere una gran erudición, para cubrir un campo de conocimientos tan vasto como el de Omar Jayyam y para lograr la calidad de la sabiduría que nos trasmite, también en su poesía, que ha requerido siglos para empezar a ser debidamente valorada, al desarrollar la humanidad una cultura más ajustada al universo natural, y menos limitada por las creencias en que se debió apoyar en su proceso de evolución. Los científicos y en particular los astrónomos, han concretado el reconocimiento a su enorme talento, designando con su nombre, un importante cráter de la Luna. (El cráter Omar Jayyam, se encuentra en las siguientes coordenadas lunares: latitud 58,0 N y longitud 102,1 oeste).
«Puesto que ignoras lo que te reserva el mañana, esfuérzate por ser feliz hoy. Coge un cántaro de vino, siéntate a la luz de la luna y bebe pensando en que mañana quizá la Luna te busque en vano».