Activo en el Universo el Arquetipo del “Amor”.
Presentes en su forma pura (como energía arquetipal) las dos emociones primarias que mueven al humano que son Amor y Miedo.
Se ha dicho que todos los seres humanos, al momento de morir, disponemos de un momento para ver toda nuestra vida pasar frente a nuestros ojos y revivir los eventos importantes de nuestra vida; que ese momento final se expande de tal forma, que nos permite hacer una recapitulación y encontrarnos en paz respecto a todo lo que hemos vivido .
Se ha dicho, que debido a la magia de ese revivir final, somos capaces de ponerlo todo en equilibrio y recuperar la belleza que se esconde en los eventos más sencillos. La tierna flor que abre sus pétalos al sol del amanecer o el olor fresco de la tierra después de que ha llovido. La calidez del ser amado que duerme a nuestro lado o el brillo en los ojos de nuestros niños, cuando descubren con asombro los extraordinarios componentes del mundo. El poder sanador de un abrazo que se da en un momento de pesar o el inefable misterio de una noche estrellada. La risa de los que amamos o el estremecimiento de nuestro primer beso de amor.
La magia silenciosa de la lluvia que se contempla a través de la ventana o la contemplación del fuego en la chimenea. El caer de las hojas del árbol, por un instante vivas y danzantes, bajo el hechizo del viento del Otoño. En suma: la extraordinaria magia que se esconde detrás de las cosas ordinarias.
Es en ese preciso instante, a las puertas de la muerte, cuando descubrimos que en realidad estábamos ya muertos desde hacía mucho tiempo y solo allí, en ese momento final, despertamos del todo y recuperamos la emoción y sobrecogedora comprensión del milagro que significa estar vivos.
Y entonces morimos.
Es una pena que la última recapitulación nos abra los ojos de la conciencia total, cerrados hasta entonces y el milagro de la vida nos sea finalmente revelado solo pare desvanecernos en el siguiente instante.
Aplicaciones Prácticas de la Obra de Carlos Castañeda