Es importante que se familiarice con respecto al significado de las celebraciones, no por “erudismo” sino por “vivencia”… el conocimiento y asimilación de nuestra “Historia” es la plataforma de despegue de nuestra “libertad”.
Lourdes Méndez
El Día de los Santos Inocentes fue instituido por Herodes Agripa II, nieto del rey Herodes, quien en su trigésimo aniversario decidió honrar la memoria de su abuelo, conmemorando el sangriento edicto promulgado por él de matar a todo niño menor de dos años empadronado en Belén por temor al vaticinio de que se convirtiera en Rey de los Judíos.
Herodes Agripa, rey de Calcis y tetrarca de Batananea y Trachonitis fue un político fracasado según relatan las crónicas históricas, llevó una vida desordenada y fue amigo de lujos y dispendios. Disfrutaba organizando bacanales en las que se servían los manjares y vinos más exóticos traídos de diversos países. Hombre de dudosa reputación, era conocido en todo el reino por su afición a las bromas satíricas y mordaces.
Para celebrar su trigésimo cumpleaños, el 28 de diciembre, organizó una fiesta que duró una semana, comenzando el último día de las Saturnales – “para no enfriar el regocijo del pueblo” según sus palabras, recogidas por historiadores de la época – y, cuyo momento álgido sería el día 28. A ella fueron invitados dignatarios de todos los países (incluidos aquellos que no tenían buenas relaciones diplomáticas con el Imperio), además del pueblo llano. Se sacrificaron decenas de reses, cabras, corderos y corrieron ríos de vino entre los miles de asistentes al multitudinario acontecimiento, mezclados todos en una alegre algarabía sin importar la diferencia entre clases sociales.
En la mañana del día de su onomástica, Herodes convocó a todos sus ministros en sesión especial, en la que proclamó que dictaría condenas y castigos para todos los que no hubieran acatado las leyes imperiales o mantenido alguna disputa con Roma durante la última década de su reinado. Se cuenta que entre las condenas redactó penas de muerte y torturas de todo tipo, multas de miles de denarios, destierros a los rincones más alejados del planeta, largas reclusiones carcelarias y hasta varias órdenes de yacer con las esposas de algunos de los invitados durante todo el año siguiente, por incumplimiento del deber marital por parte de sus maridos.
Los aterrorizados convidados, tras recibir los edictos aquella mañana temprano y aún bajo los efectos de las libaciones de la noche anterior intentaron huir, pero fueron retenidos por la guardia pretoriana, apostada por órdenes del rey en cada salida de la ciudad. El pánico cundió entre todos los condenados, que fueron obligados por Herodes a asistir a los actos de celebración de ese día y a agasajarle con los regalos que habían llevado ex profeso, como estaba previsto, para el gran acontecimiento. El rey, haciendo caso omiso de las temblonas manos y la palidez cadavérica de los asistentes, que dejaron manjares y vinos sin probar sobre las bien servidas mesas, continuó festejando su recién estrenada década con inmenso placer.
En recientes investigaciones han sido encontradas misivas, entre antiguos documentos oficiales de dignatarios asistentes a aquel banquete, con el sello imperial de Herodes Agripa y una única palabra escrita “innocens”, por lo que algunos eruditos sospechan que fue la gran bufonada llevada a cabo por Herodes, la que se conmemora desde aquel lejano año y no la versión dada por la Iglesia Católica.
La festividad equivalente anglosajona, celebrada el 1 de abril, se llama “April Fool’s Day”, el Día de los tontos, nombre realmente más acorde con el origen de la fiesta.