La configuración planetaria nos sigue revelando las respuestas a través de la decodificación de la información sensorial1. Por ello hoy en Cocinando con los Dioses cito a Laura Esquivel y algunos fragmentos expuestos en su libro “Como agua para chocolate”, entrelazando esta vez la comida y las emociones amor y dolor:
«…se desprenden con mucho cuidado los pétalos de rosas, procurando no pincharse los dedos, pues aparte de que es muy doloroso, los pétalos pueden quedar impregnados de sangre y esto, aparte de alterar el sabor del patillo, puede provocar reacciones químicas, por demás peligrosas. Pero Tita era incapaz de recordar este pequeño detalle ante la intensa emoción que experimentaba al recibir un ramo de rosas de manos de Pedro»… (Esquivel L., 1995:37).
Más adelante, la obra desarrolla situaciones afectivas articuladas con los pétalos de rosa; con ellos se prepara una salsa que acompaña una comida distintiva para el ser amado. La obra ejemplifica, de esta manera, la asociatividad simbólica entre alimento, rituales, valores, sentimientos, vida y personas que, dependiendo de su realidad intrínseca, enarbolan un significado más o menos intenso. Así, los alimentos adquieren un valor singular enlazado al afecto, a la manifestación del amor y a los cuidados entre personas.
La ritualización en un contexto humano, tal como la describe Erik Erikson (2000:50), afecta cierto tipo de interacción informal, y sin embargo prescrita, entre personas que la repiten a intervalos significativos y en tiempos recurrentes.
La alimentación, por tanto, puede ser considerada como una práctica ritual en donde se mezclan diversos factores de índole personal y social, que enmarca las formas en que las personas se organizan para preparar los alimentos o consumirlos. La preparación de las comidas como ritual, concordado con la vida femenina, es descrito, sencillamente, por Laura Esquivel:
«…En el rancho de mamá Elena, la preparación del chorizo era todo un rito. Con un día de anticipación se tenían que empezar a pelar los ajos, limpiar los chiles y a moler las especias. Todas las mujeres de la familia tenían que participar…se sentaban por las tardes en la mesa del comedor y entre pláticas y bromas el tiempo se iba volando hasta que empezaba a oscurecer…»(Esquivel, L.,1995:12).
El ejemplo precedente nos hace reflexionar acerca de que el género es determinante respecto de la forma en cómo la persona interpreta y vive su mundo a partir de la comida. Lo que para una mujer, o un grupo de ellas, pueda significar un ritual necesario de perpetuar y compartir, quizás para la mayoría de los hombres, en nuestra cultura, no tenga el más mínimo sentido, a menos que los alimentos sean preparados por mujeres representativas para sus vidas:
«…Gertrudis cerraba los ojos cada vez que daba un sorbo a la taza de chocolate que tenía frente a ella. La vida sería mucho más agradable si uno pudiera llevarse a donde quiera que fuera los sabores y los olores de la casa materna«… (Esquivel L., 1995:128).
Busca tu receta favorita en el libro de Laura Esquivel, y si es posible disfruta la película «Como Agua para Chocolate» durante el día…
- Durante esta semana estaremos activando uno a uno nuestros “Sensores”, es decir nuestros “Sentidos” ya que las energías planetarias no estarán accesibles para el que solamente come, sino para los que nos atrevamos a comprender que la alimentación es el Lego que nos dejo el Universo “Encriptado”. ↩