En un día como hoy… Falleció Sydenham se dedicó por entero a los enfermos. Era un seguidor de los preceptos baconianos, de manera que aquilataba su experiencia con todo tipo de observaciones hechas en su práctica. Y su interés se centró en qué eran las enfermedades, y para ello consideró necesaria la observación clínica desde la aparición de los síntomas hasta su desaparición, es decir, el conocimiento del curso natural de la enfermedad. Al aceptar la existencia de entidades morbosas, había que reconocer qué síntomas eran propios de tales, y qué síntomas eran atribuibles a peculiaridades del individuo enfermo. Y para lograr tal propósito había que ser muy buen observador, muy buen clínico.
En 1680 dijo:
«De los remedios que dado Dios al Hombre para aliviar su sufrimiento, ninguno es tan universal y eficaz como el opio»
Así nació el concepto ontológico de enfermedad como entidad morbosa abstracta pero abstraída de la observación real de los pacientes. Entidades, por lo tanto, que pueden estudiarse en los libros. Y la importancia de reconocer estas entidades estaba en la posibilidad de mejorar el tratamiento en lo posible con uno específico.
Sydenham describió el cuadro clínico de la gota, de la que él mismo padecía, y de diversas enfermedades epidémicas, así, de la viruela, disentería, sarampión, sífilis y de la corea menor, que también lleva su nombre. Además hizo aportes en la terapéutica: introdujo el hierro en el tratamiento de la anemia, utilizó la quina en el paludismo e ideó varios derivados opiáceos como el láudano que lleva su nombre.
Además era humoralista, pero su concepción no partía de los humores galénicos sino de ideas modernas, de ideas de avanzada. Y era, por lo tanto, un clásico de vanguardia.