Arturo Toscanini (1867 – 1957) fue un músico italiano, considerado por muchos de sus contemporáneos (críticos, colegas y público en general) como el más grande director de orquesta de su época. Era célebre por su brillante intensidad, su incansable perfeccionismo, su prodigioso oído y su memoria fotográfica.
Pocos directores de orquesta han obtenido el reconocimiento público otorgado Arturo Toscanini, debido en parte a sus numerosas grabaciones y presentaciones frecuentes de difusión, sino también a su dedicación al arte de la música. En una carrera de 68 años, hizo más que nadie para revivir la imagen popular del “todopoderoso maestro”.
En 1885, a los 19 años, se graduó en el Conservatorio de Parma como violonchelista, y se unió a una compañía de ópera en una gira por América del Sur. Cuando en Río de Janeiro, la incompetencia del director brasileño contratado por el tour, indignó a los cantantes italianos y los ejecutantes, el director se vio obligado a dimitir, y a Toscanini, para entonces un violonchelista de 20 años de edad, se le pidió que tomara la batuta para dirigir Aida de Verdi lo cual hizo de memoria. Al final de la gira había realizado 26 actuaciones de 11 óperas.
Entre 1900 y 1908, fue director principal de La Scala de Milán. Entre 1908 y 1915 dirigió en el Metropolitan Opera de Nueva York, donde llevó a cabo el estreno de la obra de Puccini “la Fanciulla del West” e hizo su debut en los EE.UU. como director de orquesta sinfónica.
Llamado de nuevo por La Scala en 1919, reformó la orquesta y se la llevó en una gira triunfal por los EE.UU., realizando 67 conciertos en 77 días, seguido de una gira italiana en la que dirigió 38 conciertos en 56 días. De 1926-1927, fue director invitado con la Orquesta Filarmónica de Nueva York, y en 1929 salió de La Scala para convertirse en su director titular, cargo que ocupó hasta 1939.
En 1937, Toscanini fue invitado por NBC para llevar conducir conciertos transmitidos en los Estados Unidos con una nueva orquesta sinfónica creada específicamente para tal fin. Luego salió de gira con la orquesta a América del Sur en 1940 y los Estados Unidos en 1950. También realizó una memorable serie de conciertos con la Orquesta Sinfónica de la BBC en Londres entre 1935 y 1939.
La oposición de Toscanini al fascismo y el nazismo fue implacable. En 1931, fue atacado por negarse a ejecutar el Giovanezza, un himno fascista. En el mismo año fue el primer director de orquesta no-alemán en presentarse en el Festspielhaus de Bayreuth de Wagner, pero se negó a volver en 1933 en protesta por el tratamiento de los nazis de los músicos judíos.
También le dio la espalda al Festival de Salzburgo, porque las actuaciones de los judíos de orquesta Bruno Walter no fueron difundidas en Alemania. Entre 1938 y 1939, condujo sin honorarios en un festival en Lucerna, Suiza, donde la orquesta estaba compuesta por completo de músicos que habían huido de la persecución alemana.
Estilo de la ejecución de Toscanini ofrecía un ritmo preciso, vigoroso y un vivo lenguaje corporal, que las orquestas entendían y al que respondían con resultados dramáticos. Al final de su carrera, había aprendido de memoria de 250 obras sinfónicas, óperas y más de 100. A pesar de que abrazo con entusiasmo el post-romanticismo, la música del siglo XX, prácticamente ignoro la Segunda Escuela Vienesa y la nueva generación de compositores americanos que fueron dejando su huella en la década de 1950. No era falsa modestia, pero la verdadera humildad que le llevó a decir en una entrevista «no soy un genio. No he creado nada. Yo toco la música de otros hombres. Yo soy sólo un músico».