“Energía viva que puedes plantar en tu vida”
La promulgación de una ley por Constantino, legalizando el cristianismo (Edicto de Milán, año 313), originó un cambio radical que afectó la calidad de la iglesia. Los templos se inundaron de paganos, gente que veía útil y ventajoso acogerse al favor imperial, pero sin dejar sus creencias y hábitos antiguos. Gente que por conveniencia se unía al “movimiento popular”, sin haber experimentado un nuevo nacimiento en Jesucristo. Con el transcurso de los años, se fueron introduciendo paulatinamente en las iglesias las costumbres locales en todo el mundo, siendo a veces aceptadas abiertamente y en otros casos siendo entretejidas sutilmente como parte de la liturgia religiosa.
Como la iglesia no tuvo éxito en desarraigar estas tradiciones de los pueblos, decidió “santificar” algunas de las mismas. En el siglo IX el Papa declaró un nuevo día santo el 1º de noviembre, como “Día de Todos los Santos”, en conmemoración de los santos mártires de la iglesia, y el 2 de noviembre como el “Día de los Fieles Difuntos”. Esto abrió camino para asociar el Festival de Samhain del 31 de octubre, con el calendario eclesiástico designándolo “víspera del día de todos los santos” o “víspera santa”.
La misa se celebra el Día de Todos los Santos, en la liturgia católico-romana, es uno de los días de celebración obligatoria. Con el tiempo, en países de habla inglesa, la noche anterior a la nueva fiesta llegó a conocerse como: All Hallow’s Evening y que por último quedó como Halloween. La gente no se sentía impulsada a abandonar sus costumbres y fiestas, precisamente porque la antiquísima costumbre de dar culto a los muertos, había sido a primera vista ratificada por la iglesia y la víspera de los días santos seguía disponible para conservar el antiguo ritual de los druidas.